Lo último que se ha podido leer por el foro, era algo así como que querían quedar a las 4:45 AM, en el Puerto de la Morcuera. No puedo imaginarme la cara de las parientas cuando suene ese despertador y les intenten en vano, dar una coherente explicación.
He aquí un párrafo del gran Pardillete, extraído de una cadena de correos, que representa y resume el espíritu paquetil en estado puro.
Ahí va una joyita de la humanidad:
"Pero si no es tan difícil. Yo salgo de Rivas con nocturnidad y alevosía a las 3:30 por mi reloj. Paro en la churrería de Guardia para coger unas porritas para el camino. Siguiendo las precisas instrucciones del google maps, aparezco pasadas las 4:30 en el Puerto de Canencia ¿Pero no habíamos quedado aquí? Me llama Yoku, que dice que lleva dos horas esperando en La Morcuera (su reloj lleva la hora de Japón), y que Ibki está dormido en el asiento de atrás. Guille me llama diciendo que esperemos, que está sacando a no sé quién del cuartelillo, y de fondo se oyen risotadas y alguien que canturrea “sho adivino el parpadeo, de las luses que a lo lejos, van guiando mi retonnoooo…”. Llego de Canencia a La Morcuera, abriendo una nueva ruta por la cara Sur. Falta Darth, le llamamos y dice que se ha sentido mal y ha tenido que parar a hacer el segundo desayuno, que ahora llega que su casa está cerca de todo. Veo que Yoku deja los bastones en el maletero, y coloca un par de sables samuráis sujetos a la Diosaz. La cosa no pinta bien. Por fin nos juntamos, llegamos a Navacerrada cerca de las siete de la mañana. No está ni el tato. Al rato aparece Txamo con una melopea importante, pero dice que en cuant-hic-o que se ponga a correr se le pasa. ¿Quién falta? Ni idea. Darth consulta los correos en su teléfono. Yoku afila los sables con una piedra; tiene una mirada extraña. Aparecen Guille y Pepo. Dicen que Bandoneon ha tenido que pasar por casa, a separar la ropa blanca de la de color y dejar una lavadora puesta, pero que ahora llega. Alguien propone ir a desayunar, ahora que los bares ya están abiertos. Antes de darnos cuenta, estamos frente a unos cafés y dos raciones pantagruélicas de porras. Llama Gebre, que ha preferido madrugar para poder aparcar en Canto Cochino, y que si nos queda mucho para llegar. No mucho, dos porras por cabeza. Yoku desenvaina los sables. A partir de aquí, todo está un poco confuso. No sé si llegaremos a tiempo al restaurante de Miraflores."