miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿De dónde vienen las palabras?

Este tipo de "tontás" se las suelo mandar a Fran, pero visto que está en fase de crisálida y ha roto todo contacto con el exterior la pondré por aquí, vuestra casa.

A veces resulta curioso saber que un adjetivo viene por los hechos realizados por cierta persona o grupo de personas hace ya cientos de años, así, la palabra asesino viene de un vocablo árabe que define a los miembros de la secta hashashin, y ¿quién son estos tipos y qué hicieron para bautizar con su nombre la citada actividad?, la respuesta es de Perogrullo, asesinar a todas las personas que pudieran perjudicarles.

Hay que remontarse al año 1.034 en el que en el seno de una familia bien situada económicamente en Persia nace Hassan bin Sabbah, que tras vivir una serie de avatares políticos por sus “chocantes” principios religiosos ve la luz y se da cuenta de que lo que contaba en esa época de verdad son las acciones, y no las plegarias (y el caso es que esto se puede extrapolar a muchas personas en épocas bien distintas).


En una de sus muchas huidas de su ciudad natal piensa como evitar que el poder de turno lo persiga, llegando a la conclusión de que la única manera es ser él quien tenga ese poder, tampoco es que se rompiera la cabeza buscando una solución, pa´chasco.


Pero bueno, el tal Hassan bin Sabbah ya tenía un plan que seguir, lo primero que hizo fue gastarse la fortuna familiar en la compra de unos terrenitos, creo que no lo he dicho pero la familia del que posteriormente se conocería como “el viejo de la montaña” era de posibles, los terrenos situados en una zona entre Damasco y Alepo se conocía como Alamut, allí construyó fortificaciones y bellos jardines de los que hoy, por desgracia, no queda ni rastro. El objetivo de este proyecto era crear un entorno tranquilo, en el que le fuera posible entrenar a las tropas necesarias para sus distintas misiones. Tropas, porque a pesar de lo extendido públicamente los miembros de secta hashashin también participaron en muchas guerras como simples unidades de batalla, algo que se olvida fácilmente ante lo seductor que resulta el pensar en la existencia de unos “ninjas” de religión musulmana.


¿Y en qué consistía el entrenamiento nos preguntaremos? Pues aquí solo entra la especulación, ya que apenas hay nada escrito sobre los rituales y tácticas utilizados para adoctrinar a los acólitos, solo tenemos referencias de escritores posteriores y la imaginación calenturienta de sus contemporáneos, pero básicamente todo el mundo está de acuerdo en que el adoctrinamiento consistía en llevar a cabo un extraño rito iniciático en el que se hacía creer al nuevo adepto que estaba en el paraíso. Rodeado de fuentes de agua y vino, animales exóticos y bellas huríes (es lo que llamaríamos ahora, macizorras), el joven despertaba después de haber sido envenenado con una poción hecha a base de hachís (de ahí el nombre). Acto seguido, las macizorras de turno empezaban un masaje que acababa en una orgía que incluía sofisticadas técnicas sexuales.


Así, el tal Hassan se ganaba la lealtad absoluta de sus siervos, que llegaban al punto de dar su vida sin ningún miramiento si éste se lo ordenaba, para poder volver a estar “muertos”, hay que tener en cuenta por aquella época no existia ni internet, ni la revista Playboy ni la sección de contactos de la prensa escrita, por lo que los lugareños tenían poco acceso a las mujeres de la época.


Como toda secta que se precie los hashashin tenían infinidad de cargos intermedios que servían para controlar a los pringados que daban su vida por la causa. Había sacerdotes encargados de hacer de guías espirituales. Y también había “misioneros” que debían predicar la doctrina de Hassan y reclutar nuevos adeptos a la causa. Todos ellos con infinidad de grados intermedios, pero siempre el tal Hassan era el que decidía sobre la vida de sus “súbditos” tanto es así que no le tembló la mano cuando ordenó asesinar a sus propios hijos ante el temor que le desbancaran en el control de la secta.


Como buen fanático religioso, el tal Hassan no dudó de inculcar su filosofía mística a sus acólitos, tanto es así que en Alamut se dedicaba tanto tiempo al estudio de técnicas de combate y de asesinato como al estudio del Corán sobre todo en sus ramas más ocultistas y cabalísticas.
Se que si se llega leyendo hasta aquí, todos nos hacemos la misma pregunta, vale mucha hurí macizorra pero qué pasaba con el hachís, pues no pasa nada, pero es un mito la teoría de que a los que se les ordenaba llevar a cabo un asesinato se les ponía hasta arriba de dicha sustancia estupefaciente. ¿Alguien se imagina a un “emporrado” llevando a cabo los asesinatos sofisticados de los hashashin? A mí no, desde luego.


Cuando el Hassan fundador murió (extrañamente de viejo y por una enfermedad común) la secta no se disolvió (vamos que estaban las cosas como para perder el chollo) y fueron varios los que se quedaron con el título de “viejo de la montaña” que no tuvieron ningún reparo en “vender” sus servicios a los cruzados que llegaban a la zona y matar por encargo a sus propios “hermanos” musulmanes.


Pero todo lo bueno tiene un final, los mongoles en el año 1.256 en su avance por Oriente Próximo deciden acabar con la secta, ante el temor de que pudieran “hacer” alguna de las suyas contra sus dirigentes, y claro los mongoles batallando tuvieron pocos enemigos que les frenaran, y así en ese año conquistaron Alamut arrasando la historia de la secta y provocando el nacimiento de un mito.


No hay comentarios:

Publicar un comentario